¿Cuál compromiso para el analista en la clinica de hoy?

     Gabriela Alarcon

 En una lección del seminario La lógica del fantasma (10 de mayo de 1967), Lacan afirma: «el inconsciente es la política». Mucho antes Freud había dicho que no hay diferencia entre psicología individual y social. ¿Cómo se articulan ambos términos? La clínica no puede ignorar lo social, que introduce la dimensión del Otro. El síntoma, aunque refleje la singularidad de cada sujeto, no carece de relación con lo que propone lo social. Si el inconsciente es la política, no podemos olvidar que la política del psicoanálisis es su ética. Hay una ética que el analista sostiene en su práctica, no sólo cuando escucha el discurso del analizante, sino también cuando se vincula con otros analistas, cuando se interroga tratando de escudriñar los fenómenos sociales y las transformaciones culturales que determinan y constituyen la subjetividad de su tiempo

Hanna Arendt nos recuerda que: «Siempre que está en juego el lenguaje, la situación se vuelve política por definición, porque es el lenguaje lo que hace del hombre un ser político» (La condición humana). El hablanteser está dividido por el significante entre lo que dice y lo que querría decir, entre el enunciado y la enunciación. La autora de La banalidad del mal se refiere a la dimensión política que el lenguaje entraña para el hombre, dimensión ineludible en la medida en que es responsable de su propio enunciado y éste tiene consecuencias -a pesar de que, en nuestra sociedad actual, nos comportemos con frecuencia como si no fuera así.

Jean-François Lyotard, en su conocida obra sobre la condición posmoderna publicada en 1979, ya había planteado la perspectiva de una era posmoderna gracias a la revolución digital que desestabilizaría la relación del hombre con el saber. Con la caída de los grandes relatos y la democratización del conocimiento, se planteó el problema mismo de la legitimidad de las ciencias, que debían convencer al gran público de su eficacia. Hoy en día, el discurso tecnocientífico parece erigirse en EL saber en el que hay que confiar y, con el declino del padre, observamos una gran dificultad para que quienes encarnan un papel de autoridad pronuncien una palabra legítima sin necesidad de refuerzos externos. El psicoanalista Jean-Pierre Lebrun, en Un mundo sin límites señala que «la coacción social inducida por el desarrollo de la ciencia promueve una organización pluricéntrica y horizontal del campo social». Podemos decir que las consecuencias hoy en día son muy evidentes. La horizontalidad garantiza que todo el mundo pueda opinar, existe la idea (falaz) de tenerlo todo al alcance de un clic, así como la inmediatez sin esfuerzo con la que se puede acceder a la información y a lo que ¡se quiera! – o que se nos ofrecerá según algoritmos que rastrean nuestros gustos en función de las elecciones que hayamos hecho previamente. Vemos que la transmisión se reduce a términos puramente pragmáticos, a un mero flujo de información, donde la enunciación pierde su importancia – el ejemplo más llamativo nos lo dan los propios pacientes: me ocurrió que alguien, mientras esperaba que llegara el día de su sesión, le contó un sueño a ChatGBT en busca de interpretación – ¡tomar por válido lo que dice la aplicación o la antigua cábala numérica napolitana, es lo mismo! Si el saber es acéfalo, ¿qué pasa con la transferencia? ¿Qué es de la relación del hombre con su propia palabra?

 

Tanto Freud como Lacan, en su manera, en su estilo, generaron un efecto de transferencia sobre el psicoanálisis a partir de su enunciación, pero su enunciación hizo acto a partir de su deseo. Moustapha Safouan nos recuerda que «el psicoanálisis no se define por un saber sino por un deseo (…) su objetivo es producir analistas que se definan por su deseo y no por su saber» (J.Lacan y la cuestión de la formación del analista). El saber en un análisis se inventa y tal vez, al final de un análisis, pueda surgir el deseo de hacer repertir la experiencia a otro, cuestión que aún hoy nos interroga si nos detenemos en el hecho de que el analista sabe cuál es el final que le espera, es decir, ser destituido del lugar de sujeto supuesto saber y descartado como objeto desecho. Lo que podemos suponer es que ese deseo no podría surgir si al final de un análisis no hubiera una nueva relación con el saber (pas tout). El deseo del analista es así una brújula ética que nos orienta, que nos permite preservar un espacio para lo inacabado, lo no dicho, lo que está por venir, resistiendo a las presiones de un mundo que privilegia la transparencia, la eficacia y la satisfacción inmediata.

 

Son muchos los temas que nos ponen a trabajar y habrá varias oportunidades para debatirlos en los últimos meses del 2025. La primera cita, organizada junto con el Laboratorio Freudiano de Roma, será los días 12 y 13 de septiembre con motivo de las Jornadas de Estudio en la bella localidad siciliana de Mazara del Vallo (Italia), donde exploraremos la cuestión en torno al tema « El deseo del analista. Fundamentos éticos y clínicos del psicoanálisis ». El programa es muy estimulante y cuenta con la participación de numerosos psicoanalistas de Europa.

 

En octubre, más concretamente el sábado 4 de octubre en la Maison de l’Amérique Latine (París), las ediciones Stilus organizan un evento para celebrar los 10 años de Stilus. Un encuentro que reunirá a decenas de autores, lectores y compañeros de viaje de Stilus, cuyas publicaciones contribuyen a mantener viva y transmitir esta extraordinaria experiencia que es el psicoanálisis. Esta jornada de celebración será también una excelente ocasión para intercambiar puntos de vista sobre las obras publicadas y compartir lo que, en la escritura, compromete a cada uno en el corazón de la experiencia.

 

Los días 10 y 11 de octubre, el Coloquio « El arte de la alegría. Psicoanálisis y lazo social. ¿Qué alegría encontramos en nuestro trabajo? ». Esta es la pregunta que Jacques Lacan planteó a los participantes en el coloquio organizado por Maud Mannoni sobre las psicosis infantiles el 22 de octubre de 1967. El sistema capitalista que ha invadido el planeta, corta las alas del deseo, esclaviza los cuerpos y las mentes, destruye las comunidades. ¿Cómo, en un contexto tan difícil, pueden los trabajadores sociales, asistenciales, docentes, culturales fomentar los lazos comunitarios y mantener una relación ética? ¿Cómo redescubrir la alegría serena y los pequeños momentos de felicidad en nuestras profesiones, donde la palabra es la fundadora del lazo social? Éstas, y otras, son las preguntas que se pondrán a trabajar en esta ocasión.

 

Por último, pero no por ello menos importante, me gustaría mencionar el Coloquio que se celebrará en París los días 6, 7, 8 y 9 de noviembre de 2025 « ¿Qué lugar para el inconsciente hoy? Desafíos e implicaciones clínicas ». Se trata de una invitación a reflexionar juntos, en la pluralidad de las filiaciones disciplinarias (psicoanalistas, filósofos, profesionales de la asistencia, de la educación, sociales, culturales, artísticas, etc.), para dar voz a lo que el inconsciente siempre tiene que decir en un mundo que, con demasiada frecuencia, querría silenciarlo y/o reducirlo a un fallo del sistema. El psicoanálisis, como experiencia de la propia división y acceso a un saber singular, es sin duda, un instrumento de resistencia en esta sociedad sin gravedad.

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