Seguir sosteniendo la cuestión de la formación de los analistas

La práctica psicoanalítica se sostiene en tres pilares: la formación psicoanalítica, el análisis personal y la supervisión. Así lo proponía Freud en aquel tiempo en que no solamente elaboraba una teoría sino que intentaba difundirla.

 Se pueden encontrar referencias en textos como “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, “Análisis terminable e interminable », “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad? » y “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico », entre otros.

Han pasado más de 100 años desde ese período fecundo en la concepción y elaboración de nuestra práctica.

Toda una época entera que no ha sido libre de controversias, incluso dentro del propio psicoanálisis. Las instituciones, necesarias para unir y llevar a cabo actividades relacionadas con un campo específico, tampoco están exentas de movimientos y cambios, tanto en lo que respecta a la orientación teórica e ideológica como al ejercicio de una profesión. Esto lo supo también Lacan, en la medida en que se separó (o más bien fue excomulgado, como él mismo diría) de la institución que representaba el poder en ese momento.

Más allá de este recorrido que podemos transitar para entender cómo ubicarse en la situación actual del psicoanálisis, seguimos sosteniendo nuestra práctica basándonos en esos tres pilares propuestos por Freud.

Hay algo más de lo que podríamos hablar:  el lazo social entre psicoanalistas que en cierta medida puede ser incluido dentro de lo que llamamos “formación psicoanalítica”.

Ese lazo social (muy probablemente será la propuesta para el próximo congreso de la FEP en 2026) hace que los psicoanalistas podamos compartir experiencias y también crear espacios para la reflexión sobre la teoría y la práctica.  También representa la posibilidad de encontrar un espacio para  hacer que la teoría no se transforme en algo rígido y dogmático, que se mueva, que cambie; que vaya estando acorde con los movimientos sociales que se van produciendo.

En ese marco, sosteniendo el deseo que ha movido a los fundadores de la FEP y a todos aquellos que seguimos involucrados en esta asociación, vamos pensando en temas como la felicidad y qué tiene que decir el psicoanálisis con respecto a ella (tema del coloquio de la FEP en junio, en Montpellier) o como pensar en la angustia y la depresión en la clínica psicoanalítica contemporánea (tema del coloquio de la FEP en octubre, en Madrid).

 A partir de estas premisas, a lo largo de la historia del psicoanálisis, teniendo en cuenta los diferentes movimientos y orientaciones teóricas, ha habido diversas propuestas de formación e incluso instancias de legitimación para el ejercicio de la práctica psicoanalítica.

Siempre ha habido -y habrá- controversias a la hora de determinar qué se entiende por formación psicoanalítica.  En alguna medida las instituciones psicoanalíticas funcionan como una forma de agrupar a analistas y permitir que se trabaje sobre lo teórico.

Todo esto nos lleva a pensar al psicoanálisis como método terapéutico, es decir como tratamiento para la cura.  En este sentido, los estados intervienen ya que ellos tienen a su cargo fundamentalmente tres áreas importantes en la vida de los individuos:  la salud, la seguridad y la educación.

 Cada vez más a menudo, hay un avance del sector privado en estas tres áreas, desmantelando así las estructuras públicas. Se trata de una especie de privatización no solo de la vida de los sujetos, sino también de todas las funciones que deberían ser ejercidas por aquellos que han sido elegidos democráticamente.

En España, el psicoanálisis no tiene un lugar en las instituciones sanitarias.  No solamente su presencia es de poca relevancia sino que también está excluido expresamente de las prestaciones de la seguridad social.

Por el contrario, en Argentina, en la mayoría de los hospitales hay una unidad o un servicio vinculado a la psicología, más específicamente al psicoanálisis ya que en la mayoría de las universidades públicas la formación es de orientación psicoanalítica.  Aunque según nos cuentan colegas que viven allí todo está cambiando y las teorías cognitivo conductuales van ocupando cada vez más espacios.

Tanto en España como en Argentina (en menor medida) y en otros países de la Unión Europea asistimos a una especie de desvalorización del psicoanálisis.

Vemos un avance vertiginoso de las teorías cognitivo conductuales en ámbitos asistenciales en detrimento del psicoanálisis. Claramente, este fenómeno engloba varios aspectos:  ejercicio de poder, injerencia de poderes económicos y políticos, etc.  

Pero esto no es algo nuevo.  Lo sufrió Freud en los comienzos cuando, no solamente iba construyendo un cuerpo teórico y una práctica, sino que se ocupaba de difundirla a través de sus conferencias de introducción al psicoanálisis.  En esa época ya había reticencias con respecto a un método que se ocupaba de la singularidad del sujeto y no en una generalización que tendía a etiquetar y clasificar el sufrimiento.

Desde nuestra posición, apuntamos a cuestionar las recetas que cosifican a un sujeto y que sólo apuntan a un alivio sintomático.

Pero no sólo nuestra posición apunta a ello, hay más… y habrá más temas a abordar para seguir trabajando y abordando desde una posición ética.  Aunque últimamente hay dos cosas que se ubican en el centro de toda nuestra atención:  la guerra y el avance de ideologías de extrema derecha.  Son dos temas que frecuentemente vamos abordando en nuestros encuentros y en nuestras reflexiones pero que no dejan de preocuparnos y de dejarnos en un estado de perplejidad.

Guerras que se van sofisticando con la tecnología y que conllevan como consecuencia la aniquilación de vidas de gente inocente.

Ideologías de extrema derecha que apelan a un nacionalismo rancio y que recuperan posiciones que creíamos ya superadas, en función de una moral impuesta por algunos pocos.

En algún momento, desde el Bureau, pensamos que sería una buena idea pedir a algún colega argentino, miembro de la FEP, que escribiera una nota sobre la situación actual en el país austral.  Hubo una especie de silencio y de reticencia a hablar porque vuelven a aparecer fantasmas del pasado, un pasado que creíamos superado desde hace más de 40 años.

¿Nos estamos acercando, quizás, a una radicalización del discurso del amo?  ¿Hacia dónde se dirige la sociedad actual?

Estas preguntas no sólo pueden ser pensadas desde la sociología, la política o la filosofía.  El psicoanálisis, desde lo que se ha llamado “psicoanálisis en extensión” también tiene algo que decir.

En ocasiones puede existir la sensación de repetir y insistir sobre conceptos ya instaurados en el campo teórico.  Ello podría llevarnos a una suerte de consolidación teórica e inmovilismo.   Sin embargo, desde una institución (la nuestra) que apela a la subjetividad, al uno a uno, a la diversidad en cuanto a posiciones teóricas, la propuesta apunta a seguir haciendo crecer nuestra teoría.  Siempre en el marco de una ética que sostenga no solamente el deseo sino también el respeto por la condición humana.

“El tiempo pasa… nos vamos poniendo viejos” decía una canción del cubano Pablo Milanés, y en ese sentido, es importante pensar en los relevos, en las nuevas generaciones que puedan acercarse y formarse en psicoanálisis.  En alguna medida, tenemos frente a nosotros la tarea de acercarnos a diversos ámbitos sociales y intentar hacer propuestas para atraer a quienes estén interesados en nuestra práctica.  En esa línea está la idea de crear la posibilidad de ser miembro asociado de la FEP.

Teniendo en cuenta también que parte de las descalificaciones hacia el psicoanálisis provienen de falsas noticias o de rumores que se propagan en una época de información/desinformación muy vertiginosa, en cierta medida, nuestra tarea consiste, además, en que nuestro discurso siga vigente y tenga presencia en la sociedad actual.

A esos tres pilares propuestos por Freud, citados anteriormente, podemos agregar esa responsabilidad ética de seguir trabajando “por” el psicoanálisis , desde las intervenciones en lo social y cultural así como también desde ese lazo que creamos y sostenemos desde lo institucional.  Seguimos sosteniendo el psicoanálisis y como dijo Antonio Machado “caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

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